martes, 13 de octubre de 2009

Jugando a la guerra

En mi vida he visto tres diferentes desfiles militares en sitio, México, Francia y hoy España celebrando el día del descubrimiento de América. Los tres desfiles son esencialmente iguales, en ellos desfilan las fuerzas armadas del país mostrando sus armas, vehículos de guerra, misiles y aviones de diferentes tipos. Los espectadores siempre vemos a los efectivos militares con postura rígida y mirada seria, portando sus armas de la mejor forma posible para dar la mejor impresión ante las cámaras y ante sus superiores.
Recuerdo aquella vez cuando durante el desfile militar en Francia el día de la Marsellesa un soldado a bordo de una unidad que transportaba misiles fuera de todo protocolo sonrió al publico saco una cámara y tomo una foto de los asistentes al desfile (yo tengo la foto, de él tomándonos la foto), esta simple acción sin repercusión alguna me hizo pensar en lo que la persona del otro lado sentirá. Nunca me había puesto a pensar como se vería el desfile desde el otro lado, concretamente de adentro hacia afuera.
Mi primer contacto militar “si se le puede llamar de algún modo” fue como casi todo niño jugando a la guerra en la escuela, siempre tratando de invadir base enemiga arrastrándonos en el pasto con las manos en posición de armas gritando “bang” “bang” estos juegos casi siempre terminaban de dos formas la primera era con dos niños peleando “Es que Juanito nunca se quiere morir y ya lo mate…” o la segunda, con un mamá gritando “Mira qué lindo me vas a dejar tu uniforme. Y es el que vas a usar mañana”
Al principio de estos juegos normalmente nos repartíamos en dos bandos, los buenos y los malos casi todos los niños queríamos formar parte del bando malo, si algo nos habían enseñado las caricaturas, es que tenían mejores armas, tenían mejor ropa y tenían más futuro en la vida. Sin embargo no todos podíamos (debíamos) ser malos y esta es una valiosa lección de patio, a veces ser bueno o malo depende del cupo de los bandos.
El mismo salón de clases se podía convertir en un campo de batalla, recuerdo cuando realizábamos manualidades con plastilina y la maestra cometía el error (hasta la fecha sigo creyendo que a propósito) de salir del salón, todo comenzó con una pequeña bola de plastilina que alguien atrás de mi aventó, de esa primera bala a la guerra fue muy sencillo pasar, todo el salón aventaba pequeñas bolas de plastilina, era mejor que el recreo, las municiones eran reales y los gritos de las niñas, mas el miedo de a qué hora regresara la maestra agregaban tensión al asunto.
Una bala de plastilina azul me golpeo la cara, sinceramente me había dolido y quería venganza tome todas mis balas en la mano derecha y apunte… justo en ese momento escuche él grito “Ya viene la Maestra”, escuche perfectamente el aviso mas no me importo la guerra había empezado y me tocaba a mi terminarla, lance todas las balas de mi mano con la mayor fuerza que pude contra mi pequeño agresor… ¡Acerté!

¡Carlos! Estas castigado, todos salieron al recreo y yo me quede sólo viéndolos jugar a la guerra desde el salón, mientras comía mi sándwich de jamón y queso sonriendo… que mas da no estar en el desfile, yo ya había ganado la guerra.
Saludos y hasta el siguiente martes!!!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario