martes, 14 de septiembre de 2010

Y que viva México... pues ya que

La semana pasada muy bien acompañado vi una película que me impacto más allá de lo que hubiese querido. Aprovechando la ola de películas mexicanas con el logotipo y fondos para los festejos del bicentenario como “Hidalgo”, “Gritos de muerte y libertad”, “Laura en américa” y otras tantas mugres de gente sin que hacer vi una película que sinceramente pensé iba a ser como perder dos horas de mi vida.
Muy al contrario esta película me pego en lo más profundo de mi ser, habla de un tema de moda, en el momento adecuado, con la rudeza necesaria y con una realidad alternativa.

Quitando el hecho de que cualquier película mexicana que ya no tenga a un Bichir, Gael, Diego, Ana de la Reguera, Ana Claudia Talancón y me odio a mí mismo pero una Martha Higareda, ya me pone de buenas esta película en mi opinión es un documental perfecto de por qué México está como está.

Para los que no han visto la película ¡Me vale una reverenda sombrilla! aquí se las voy a platicar. Hay una paradoja muy interesante de la física cuántica la cual dice que si separas a un par de gemelos cuando nacen a uno lo dejas en la tierra y a otro lo mandas en una nave espacial, al pasar 80 años el gemelo que se quedó en la tierra habrá crecido al ritmo que conocemos mientras el viajero intergaláctico apenas tendrá la apariencia de un niño de 15 años debido a la relatividad del tiempo. En una situación absurdamente parecida todo inicia cuando un mexicano más, se despide de su Madre y de su hermano para irse al país vecino del norte, pasan veinte años y por supuesto regresa al país esperando que todo sea como era hace unos años pero ahora hay pobreza, crisis, violencia, narcotráfico y en su caso tiene un hermano menos, todo es absurdamente nuevo para él.
Después de unos vagos intentos de conseguir trabajo y por supuesto de una frustración de sentirse pobre honrado empieza a observar a sus amigos que ahora se dedican al narcotráfico, por supuesto algunos de ellos en camionetas Ford último modelo con granadas en la guantera y otros enterrados en los panteones locales pero eso sí, recordados como “Este cabrón era un verdadero Chingón”

Para no arruinarles del todo la película, la historia va contando como todos en el pueblo sin quererlo (o queriendo) son cómplices directos de la delincuencia, por supuesto el sufrimiento es malo, pero con dinero todo es un poquito más llevable. La madre está contenta porque su hijo le dio una tele para que vea las novelas, la esposa está contenta pues ya no tiene que trabajar ( y vaya trabajito que se cargaba), el padrino obtuvo un negocio nuevo y el niño de la película adopto una nueva figura paterna, por supuesto otro “Chingon”. Por supuesto es fácil conseguir dinero del narcotráfico pero tiene un precio muy alto y como dijo Facundo Cabral “Solamente lo barato se compra con el dinero”. El final es sorprendente es una película que no tiene la más mínima censura hacia el gobierno, en mi opinión es un reclamo social muy fuerte que tristemente nadie se molestara en entender. El gobierno ha hecho lo más inteligente para protegerse, dejarla morir sola. Por ejemplo cuando salió la película del Crimen del padre Amaro, era pecado ir a ver la película y un grupo de señoras sin que hacer hacia publicidad para que nadie la viera, eso por supuesto acarreo a gente llena de morbo al cine. En esta ocasión el gobierno no dijo nada, le puso clasificación C por escenas de violencia y desnudos y se limitara a ver cómo sale de cartelera sin que una vez más pase nada con nada.

Mañana es el bicentenario y me da un poco de pena hasta festejarlo, son 200 años de un país en el cual cada día me da un poco más de pena vivir.
He de ser sincero, pensaba abordar el tema de manera diferente regañando a todos por darme un país que no me merezco, pero al darme cuenta que estaba escribiendo este “pasando el rato” con una copia ilegal del office 2010 porque “Soy un chingon y me fregué a Microsoft” me di cuenta que quizá después de todo si me merezco el país en el que vivo.

Y que viva México… pues pal caso, ¿Ya qué?

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